sábado, 26 de julio de 2014

Capítulo 2

Siguiendo de frente la explanada bajamos unos seis amplios escalones con frondosos arboles a cada lado. Es precioso lo que vemos. Ante nosotros se muestran todas las tiendas de campaña en una línea curva gigantesca en forma de herradura. No hay absolutamente nada en el llano central. Puede haber ¿cuanto? más de cien tiendas de campaña desde luego. Son color verde, en armonía con el bosque que se muestra alrededor. Tal como se bajan los escalones, a izquierda y derecha, y coincidiendo con los extremos de la herradura de tiendas, hay dos edificios blancos de una sola planta, con los tejados de pizarra. Puede verse claramente que son los baños, a la izquierda el de chicas y a la derecha el de chicos.
Hay un grupo de chicos y chicas al final del llano, de pie, que no dejan de mirarnos y comentar. Parece que son de nuestra edad.

Un hombre alto de unos 50 años nos recibe, tiene aspecto de tío duro pero a los cinco segundos de presentarse ya nos ha ganado a todos. Es bastante carismático, parece el dueño de todo aquello. Nos explica que hay otras clases de otro instituto y que a cada pareja nos va a asignar de forma aleatoria una tienda, para que nos alternamos con los chicos/as del otro instituto y no se formen grupos. Eso sí, las tiendas de las chicas serán las de la izquierda y la de los chicos las de la derecha, coincidiendo con los baños. Y eso hace. A Penélope y a mi nos toca la tercera tienda pasando los baños, rodeadas de chicas de la otra clase y lejos de mis amigas que están más o menos quince tiendas más allá.
Hoy no me sale nada como esperaba.

Soltamos las cosas y andamos hacia detrás del gran caserío que nos recibió. Al aire libre y también rodeado de árboles hay un merendero con un montón de mesas y bancos de madera. Nos vamos sentando, mis amigas y yo juntas. Penélope se sienta en otra mesa.

En el centro y casi al final hay un escenario de madera. Pronto sube a él el hombre de antes, y van entrando en el merendero un puñado de hombres y mujeres que llevan puesto una misma chaquetilla sin mangas, abierta, de color celeste. El hombre coge un micro y nos habla:
- ¡Bienvenidos de nuevo al Campamento Apache! Ya veréis como lo vamos a pasar muy muy bien. Todos habéis llegado hoy, así que os haré un breve resumen de las normas de este campamento. No queremos tener que enfadarnos con nadie, así que os pido que se respeten para una buena convivencia. (Sonríe)
Por cierto, os recuerdo que me llamo Pedro, para cualquier cosa que necesitéis podéis venir a mi o a cualquiera de los compañeros que veis por aquí ahora. Si, los del peto celeste. Son los monitores, luego os los presentaré. Bueno voy...

Y nos lee una no muy larga lista de normas. De entre ellas me quedo con que tenemos toque de queda a las 11 de la noche, hora a la que solo se podrá ir al baño y de uno en uno. Que no formemos corrillos en el baño y que en cada tienda solo podrán estar los dueños de la misma. Nada de formar grupos, porque será hora de descansar.

A continuación empieza a presentar uno a uno a los monitores, tal como dice el nombre del monitor, este sube a escenario y nos saluda con la mano. Hay uno que revoluciona a las féminas, levanto la mirada y lo veo, acaba de subir al escenario. Es joven, mucho más joven que el resto, castaño y guapo, muy guapo. Se llama Leo.

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