domingo, 27 de julio de 2014

Capítulo 3

Nos habían despertado demasiado temprano para el gusto de todos, tocaba nuestra primera excursión de senderismo. Llevaríamos andando no más de 3 horas, andábamos por un camino de tierra, ya un poco cansados de tanta cuesta arriba y abajo, la verdad.
- ¡Alexandra!
Esa yo yo, me giro a la voz. Es mi amiga Miriam.
- Nos echamos una foto aquí, ¿No? mira que pasada....
Hay un arroyo entre arboles a la izquierda del camino, cayendo en pequeña cascada, maravillas de la naturaleza.
- Vale, yo te la echo primero y luego tu... - Digo mientras me deja la cámara.
Me echo atrás para que salga más paisaje, ando un paso más atrás, al limite del camino de tierra, echo la mirada atrás y me veo con confianza para bajar un pie y apoyarlo en el desnivel del borde del camino. Listo, me dispongo a plasmar la bonita estampa cuando de repente la tierra del pequeño terraplén se desmorona.
AUCH! Caigo de rodillas y apoyo la mano izquierda (la que no tiene la cámara) en el suelo....
¡Qué dolor! mi amiga y varios más vienen corriendo a levantarme, tengo las rodillas ensangrentadas y llenas de arena y piedrecitas, la mano no me sangra pero me quema la palma de la mano lo más grande.

[Tengo que dejar claro que yo siempre he sabido que mi futuro profesional no sería deportivo. Soy una torpe de cuidado. No he destacado nunca en casi ninguna actividad de educación física, ni siquiera de niña era buena en los juegos, si acaso era una chica más (que no es poco). Un poco manazas y un poco "patazas". Por esto no me pilla de sorpresa.... ]

- Estoy bien, estoy bien.... - No paro de repetir.
Viene Pedro, el "jefe" de los monitores, corriendo.
- ¿Estás bien? - Me dice.
- Si...
- ¿Puedes andar?
- Si...
- No te preocupes, vamos a curarte eso... ¡Leo!- Grita.
(¿En serio ha dicho LEO? ¿El guapísimo de Leo?!?)
Efectivamente, viene semi-corriendo Leo, el guapísimo. Iba más adelantado a nosotros.
Pedro le dice.
- Leo, se ha caído. ¿Te encargas?
- Si claro. - Dice mientras me mira las rodillas. - Continuad, ahora os alcanzamos... - Sentencia.
Me mira a los ojos, sonríe y dice:
- Llegó el servicio médico señorita... Agárrate a mi brazo, buscaremos donde sentarte.
Sonrío. Estoy muda, completamente muda.

sábado, 26 de julio de 2014

Capítulo 2

Siguiendo de frente la explanada bajamos unos seis amplios escalones con frondosos arboles a cada lado. Es precioso lo que vemos. Ante nosotros se muestran todas las tiendas de campaña en una línea curva gigantesca en forma de herradura. No hay absolutamente nada en el llano central. Puede haber ¿cuanto? más de cien tiendas de campaña desde luego. Son color verde, en armonía con el bosque que se muestra alrededor. Tal como se bajan los escalones, a izquierda y derecha, y coincidiendo con los extremos de la herradura de tiendas, hay dos edificios blancos de una sola planta, con los tejados de pizarra. Puede verse claramente que son los baños, a la izquierda el de chicas y a la derecha el de chicos.
Hay un grupo de chicos y chicas al final del llano, de pie, que no dejan de mirarnos y comentar. Parece que son de nuestra edad.

Un hombre alto de unos 50 años nos recibe, tiene aspecto de tío duro pero a los cinco segundos de presentarse ya nos ha ganado a todos. Es bastante carismático, parece el dueño de todo aquello. Nos explica que hay otras clases de otro instituto y que a cada pareja nos va a asignar de forma aleatoria una tienda, para que nos alternamos con los chicos/as del otro instituto y no se formen grupos. Eso sí, las tiendas de las chicas serán las de la izquierda y la de los chicos las de la derecha, coincidiendo con los baños. Y eso hace. A Penélope y a mi nos toca la tercera tienda pasando los baños, rodeadas de chicas de la otra clase y lejos de mis amigas que están más o menos quince tiendas más allá.
Hoy no me sale nada como esperaba.

Soltamos las cosas y andamos hacia detrás del gran caserío que nos recibió. Al aire libre y también rodeado de árboles hay un merendero con un montón de mesas y bancos de madera. Nos vamos sentando, mis amigas y yo juntas. Penélope se sienta en otra mesa.

En el centro y casi al final hay un escenario de madera. Pronto sube a él el hombre de antes, y van entrando en el merendero un puñado de hombres y mujeres que llevan puesto una misma chaquetilla sin mangas, abierta, de color celeste. El hombre coge un micro y nos habla:
- ¡Bienvenidos de nuevo al Campamento Apache! Ya veréis como lo vamos a pasar muy muy bien. Todos habéis llegado hoy, así que os haré un breve resumen de las normas de este campamento. No queremos tener que enfadarnos con nadie, así que os pido que se respeten para una buena convivencia. (Sonríe)
Por cierto, os recuerdo que me llamo Pedro, para cualquier cosa que necesitéis podéis venir a mi o a cualquiera de los compañeros que veis por aquí ahora. Si, los del peto celeste. Son los monitores, luego os los presentaré. Bueno voy...

Y nos lee una no muy larga lista de normas. De entre ellas me quedo con que tenemos toque de queda a las 11 de la noche, hora a la que solo se podrá ir al baño y de uno en uno. Que no formemos corrillos en el baño y que en cada tienda solo podrán estar los dueños de la misma. Nada de formar grupos, porque será hora de descansar.

A continuación empieza a presentar uno a uno a los monitores, tal como dice el nombre del monitor, este sube a escenario y nos saluda con la mano. Hay uno que revoluciona a las féminas, levanto la mirada y lo veo, acaba de subir al escenario. Es joven, mucho más joven que el resto, castaño y guapo, muy guapo. Se llama Leo.

Capítulo 1

Odio los autobuses. Las casi tres horas de camino se me han hecho eternas.
El olor del autobús, el vaivén amortiguado (que parece que vas en barco en vez de a ruedas) y lo cerca que está el asiendo de delante, hacen que llegue a destino con una sensación de hastío y unas nauseas tremendas. Pero todo desaparece de repente al poner los pies en el suelo. Inspiro con fuerza y estiro cada una de mis extremidades. Qué bien huele, es increíble, hacía tiempo que no respiraba aire tan limpio.
Acabamos de bajarnos en plena naturaleza, estamos en la sierra, hacía unos cinco meses que habíamos planeado esta excursión y parece mentira que haya llegado el día.

Recogemos maletas y mochilas y seguimos a uno de nuestros profesores.
La entrada al recinto es bastante bonita, tiene una gran cancela de hierro con un cartel superior de madera que imita al viejo oeste donde puede leerse "Campamento Apache".
Hay muchos arboles y mucho verde. Al cruzar la cancela nos recibe una gran explanada de albero. A la izquierda de ésta hay enormes troncos de arboles tumbados en el suelo. A la derecha se presenta imponente un gran caserío de piedra de dos plantas. Estilo rural y moderno, es muy bonito. Casi toda la planta de abajo tiene enormes ventanales sin cortinas donde puede verse un gran salón repleto de mesas.

Un profesor nos hace señal y nos vamos sentando en los troncos de madera.
Cuando estamos todos situados nos cuenta:
- Bueno, hay cambio de planes. Al parecer las cabañas están de reforma y nos va a tocar dormir en unas preciosas tiendas de campaña... por favor, iros organizando por parejas, puesto que todas las tiendas de campaña son de dos personas...

No. No podía ser. Mis amigas y yo nos miramos, nos habían roto todos los planes. Cuando hace cinco meses se planeó este campamento los grupos para las cabañas se habían formado casi casi instantáneamente, según amistad dentro de cada clase. Veníamos tres clases del mismo instituto y mismo curso. Mis compañeras de cabaña y amigas eramos todas de la misma clase, Miriam, Blanca, Susana, María y yo. Deberían habernos hecho una foto en el momento en que nos dijeron eso, porque se nos quedó a todas la cara a cuadros. Formamos un corrillo:
- Bueno, ¿Qué hacemos? -Dice Miriam.
- Pero es que esto no puede ser, no no y no... - Blanca.
- Lo peor es que tenemos muchas cosas en común, no podemos dividirlo. -María.
- Ya, pero no nos quedará otra, vamos al menos a buscarnos tiendas contiguas. - Hablo yo.
- Ya pero nos falta una, y ¿Quien de nosotras se va quedar coja? - Blanca.
- ¿Lo echamos a suerte? la que se quede sin pareja tendrá que buscarla, cuanto más tardemos será peor, la gente se está organizando... -Susana.
- Vale si. - Miriam
- Si, me parece bien.- Dice María.
- Seguro que me toca a mi...verás... - Blanca.
- ¿Como lo hacemos? - Susana.

- ¿Alguna no tiene pareja?
 Se oye una voz de fondo. Es Penélope. Penélope está en nuestra clase y salvo cosas puntuales la hemos tratado poco. Ella ha sido repetidora este año, es un poco loca, a veces incluso un poco vacilona, y en los ratos libres siempre se ha ido con sus amigas del año pasado, las que si pasaron curso.
Nos quedamos calladas.
De repente tengo un momento de lucidez. Pienso que siempre he tenido bastante mala suerte en las rifas y me veo en la encrucijada de callarme ahora y luego me toque buscarme pareja y ya no tenga a nadie. Entonces, sin llegar a dos segundos de su pregunta, le contesto.
- ¿Quieres ponerte conmigo?
- Vale. (Contesta y sonríe) Menos mal, me veía durmiendo con la profe....voy a por mis cosas.- Continúa y se marcha a toda velocidad.
- ¿!Qué has hecho!? - Me exclaman al unísono todas mis amigas.
- Lo mejor, ¿habéis oído? La que se quede sin pareja dormiría con la profe... mejor remediar. - Digo.
- Bueno... bien, pero lo echamos a suerte si quieres, cualquiera nos quedamos con ella. -Dice Miriam.
- Eso! -Todas.
- No os preocupéis, estaremos en la tienda de al lado, no os vais a librar de mi. -Sonrío y nos abrazamos.

Acababa de comenzar nuestra gran aventura de verano.